Me van a permitir que no me presente; para este cometido no es necesario, aunque sí lo es decir que llevo más de treinta años al frente de un conocido grupo editorial de España. Empecé como escritor de una de las editoriales del grupo y ahora vivo felizmente casado con todo el grupo editorial, preferentemente dedicado a la selección de obras y autores para nuestro extenso fondo editorial.  

Muchas veces me preguntan, los amables escritores y lectores, qué se necesita para ser editor de libros. Cuál es la preparación que debe tener un profesional de la edición literaria para alcanzar el grado de editor es una cuestión abierta que se presta a no pocas discusiones, por lo que trataré de abordarla de la manera más objetiva posible, siempre a mi modo de ver y en base a mi experiencia como viejo editor de libros

LA PREPARACIÓN DE UN EDITOR

En mi caso, estudié el bachillerato en letras mixtas; esa combinación extraña que empleamos algunos para salvarnos del griego y luego arrepentirnos de haber escogido física. Luego cursé Filosofía y letras, por lo que finalmente no pude escapar del idioma de Aristóteles que, debo confesar, me acabo gustando; ahora entiendo cuán útil es a la hora de interpretar textos antiguos, ensayos y otros géneros literarios. También el latín es muy de mi agrado. A ambas lenguas clásicas les reconozco su dificultad. También he de reconocer que para un editor de géneros como la novela negra, la novela de ficción y otras tantas no es imprescindible conocer ninguna lengua muerta, pero sí considero que es aconsejable. 

Los estudios complementarios para ampliar la formación de un editor son diversos. Quiero destacar los relativos a la edición: para la maquetación se debe dominar el programa Indesing de Adobe. Es verdad que existen otros programas que permiten maquetar textos, incluso el mismo Word de Microsoft puede ayudarnos, pero ninguno tan preciso y profesional como el mencionado Indesing. También es conveniente una contundente formación en todo lo referido a la corrección ortográfica, tipográfica y de estilo de toda clase de textos. Para ello recomiendo el aspirante a editor de libros que acudo a alguna escuela especializada en edición. 

Los másteres en edición están muy bien y pueden ofrecer una buena perspectiva del negocio editorial, pero en lo referido a adquirir destrezas técnicas de edición resultan insuficientes, a mi modo de ver. 

Conocer a fondo, sino dominar —que resulta casi imposible— el programa de diseño gráfico Photoshop de Adobe también es algo con que todo editor debe contar. La realización de cubiertas, la mejora de láminas para editar y otras actividades propias de la edición deben estar al alcance de todo editor que se precie. Tampoco es imprescindible y es posible que el editor no llegue a hacer ninguna portada, pero debe saber dirigir el trabajo de diseñadores y portadistas y para ello es importante conocer, tan a fondo como sea posible, los secretos de esta potente herramienta informática. 

En la actualidad, son muchos los que huyen de las dificultades que implican los sistemas de Adobe —en lo que a nosotros respecta Photoshop e Indesing— para ello se valen de programas muy interesantes que vienen a simplificar las terribles secuencias a las que nos obligan los sesudos programadores de Adobe. Estos sistemas simplificados a los que hago referencia están muy bien para hacer una portada de vez en cuando, para trabajos de in de curso o para tener un blog repleto de fotomontajes, pero me temo que no sirven para el abordaje profesional de un editor en estas lides tecnológicas. 

El editor no tiene que ser un jurista, pero sí debe conocer todas las leyes referidas a la Propiedad Intelectual. Trabajar con propuestas y contratos de edición es algo que hace a diario todo editor y en esto conviene no ir a ciegas. Es cierto que son muy pocos los litigios derivados de los contratos editoriales, pero en esto, como en el resto de cosas, conviene prevenir. Todo lo que sea acabar en el juzgado rodeado de abogados es algo que no aconsejo a nadie ni en lo profesional ni en lo personal. La liquidación de Derechos de Autor está sujeta a las leyes de Propiedad Intelectual y debe ser tenida en cuenta con esmero por los contables a las órdenes del editor.   

Conocer los vericuetos del mercado editorial es algo irrenunciable para cualquier editor que se precie: distribuidores, fórmulas de distribución, porcentajes sobre ventas, soportes físicos y on line, campañas de permanencia en librerías, márketing editorial (el de verdad, el aplicable, no el que cuentan algunos iluminados en tutoriales de internet y másteres de medio pelo), cálculo de puntos muertos de cada edición… Son muchas las cuestiones que nos plantea un mercado cambiante como el editorial y en esto también conviene estar sobre el terreno si no queremos quedarnos fuera de juego.  

Por lo demás y a modo de sugerencia final, un bien editor debe ser, por encima de todo, un buen gerente. Por este motivo, cuanta más formación empresarial posea tanto mejor. De otro modo deberá estar bien asesorado técnicamente en estas labores y mucho me temo que en la pequeña editorial no disponen de estos asesores tan preparados y, sobre todo, tan costosos. 

LA LABOR DEL EDITOR

Las tareas del editor vana a variar en función del tamaño de la editorial o el grupo editorial donde tenga la fortuna de trabajar. Así, en la gran editorial su labor tendrá que ver, fundamentalmente, con la selección de obras y autores siempre de acuerdo con su equipo más cercano y conforme a las tendencias de un mercado bien estudiado. Es la toma de decisiones de alto nivel la tarea más frecuente en estas circunstancias. También deberá dedicarse a cultivar las relaciones públicas como modo de consolidar negocio y promocionar sus libros, sus premios y todo lo relativo a sus publicaciones.  Las labores empresariales no le van a faltar a este privilegiado editor de editorial grande.   

Por el contrario, el editor de una pequeña editorial va a ser un magnífico o una magnífica «hombre o mujer orquesta». Desde la selección de obras para publicar hasta la maquetación de manuscritos o el diseño de cubiertas, el editor de una editorial pequeña o mediana (la mayoría de este país) deberá estar dispuesto a un permanente juego de roles en el que desarrollarse profesionalmente. Eso no significa que vaya a estar libre de tomar decisiones trascendentes para el futuro de la editorial. No te preocupes; te acabas acostumbrando.

LOS INICIOS

Mi padre, en lo referido a los trabajos, decía siempre: «Empieza por dónde sea y dónde sea». Pues eso, que empezar en una editorial pequeña, de esas que apenas conoce un puñado de lectores, puede ser la mejor manera de iniciarte en un trabajo con el que no hacerte rico pero en el que, estoy absolutamente convencido, vas a ser muy feliz.  

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