Presentar una novela ante un editor con la intención lógica de que financie su publicación y se haga cargo de todo el proceso hasta la promoción de la misma es una acción plagada de buenas intenciones pero no siempre bien entendida. En este sentido y como editor me encuentro en la mayoría de las ocasiones con novelas poco o nada ultimadas, mal corregidas y peor repasadas; un sufrimiento, la lectura de estas obras, por el que no estoy dispuesto a pasar. El final de esta historia es tan triste como el de muchas novela: dejo de leer nada más entender que el autor no ha pensado en mí con el respeto que merezco, no como editor sino como lector de una obra literaria.   

Nota aclaratoria: No vamos a entrar aquí en temas de ortografía y sí de tipografía y muchos otros aspectos fundamentales para la resolución exitosa de un texto literario, en este caso de carácter novelesco. La ortografía de una novela debe «traerse de casa» o encomendarse a un corrector profesional. 

A menudo, los autores de novelas se centran en su contenido, algo que va en demérito, en no pocas ocasiones, de la prosa que lo sustenta. Sin embargo, este «sistema operativo» tan complejo debe ser muy tenido en cuenta si de lo que se trata es de ultimar una verdadera obra literaria y no solo de concluir un ejercicio de contenido para ofrecer a amigos y familiares. 

A diferencia de otros escritos, más o menos autobiográficos, la novela tiene un marcado carácter universal. Por este motivo, la prosa sobre la que se apoya debe ser cuidada al extremo. Esta prosa se basa en técnicas muy precisas que, como asegura la Real Academia de la Lengua Española, «dan esplendor» a lo que escribimos, debiendo dejar novela a la altura de un lector tan exigente como el propio escritor. 

En la actualidad no son pocas las editoriales «modernas» que consienten publicaciones que no han sido corregidas o que solo corrigen un texto previo pago de su importe por el autor. Es esta una triste historia que abordaremos en su momento y que ahora no nos ocupa. 

Porque una editorial que se precie, y se siga rigiendo por los parámetros universales de la edición y la publicación de novelas, va a corregir la obra al detalle, especialmente en lo que se refiere a la ortotipografía (menos veces en lo referido al estilo, que queda en manos del propio autor por lo general). No obstante, el corrector se ciñe a sus propias autolimitaciones y no va más allá de su cometido, por más que su intuición le diga que se extralimite. Es por ello que el mencionado corrector debe recibir el texto en las mejores condiciones si pretendemos que quede ultimado de forma impecable. 

Le propongo poner fin a tales desmanes, ya lo hice a lo largo de otros artículos, y que se detenga a dar el último y más importante repaso a su obra. Para ello, le sugiero tener presentes la mayoría de las notas que figuran a continuación y que han sido escritas por un editor, como es el caso, de gran experiencia. Vamos con ello:

El uso de las comillas en una novela.

Aunque existen infinidad de comillas (que no vamos a enumerar porque no resulta necesario), a la hora de escribir una novela o cualquiera otro texto literario vamos a emplear fundamentalmente dos tipos: 

  • Comilla inglesa: la más frecuente en nuestros dispositivos eletrónicos (los estadounidenses les dieron prioridad, van a tener menor relevancia en los textos literarios. Su grafía: “”. 
  • Comilla española o latina: es esta la que más vamos a tener en cuenta a la hora de escribir textos como el de una novela. Su grafía: «». 

Uso de las comillas españolas según el contenido del texto

  • Para expresar una autorreferencia:
  • Ya te dije anteriormente que «no me tocaras las narices».
  • María insistió en que «ni lo tocáramos». 
  • Para remitirnos a una cita o vocablo de uso común:
  • Le dijo que «verdes las habían segado».
  • Ya lo dicen los viejos soldados «al enemigo que huye, puente de plata».
  • Para escribir una cita: 
  • Entonces, el bueno de Chesterton dijo: «Aquellos que no creen en Dios pueden creer en cualquier cosa» y se quedó tan pancho.  
  • «A la virtud solo se llega a través del conocimiento», Aristoteles dixit
  • Como dijo Descartes: «pienso luego existo».
  • Como dijo Descartes: «cogito ergo sum». En esta ocasión nos valemos de las comillas españolas al ir en un idioma distinto al texto que estamos operando. 
  • Para completar un apodo: 
  • El «Pepo» Alonso se acercó hasta la gabarra y esperó. No debe emplearse, por el contrario cuando el mote se escribe solo. Sería entonces: El Pepo se acercó a la gabarra y esperó. 
  • Cuando la expresión va en sentido figurado: 
  • Juancho era un «superhombre» (si Juancho no lo era, claro).  
  • Hizo «de tripas corazón» y siguió con lo suyo. 
  • En el caso de los títulos de obras de arte, obras literarias, películas y todo cuanto lleve título y firma y no pueda emplearse la cursiva por motivos técnicos (Watsapp, por ejemplo).
  • Cuando vio «Las Meninas» de Velázquez. 

Si tampoco podemos usar las comillas españolas será correcto emplear las inglesas: 

  • Cuando vio “Las Meninas” de Velázquez.
  • Cuando una cita a comienzo de obra tenga o rebase las tres líneas:    

«Yo no sé cómo será la tercera guerra mundial, pero estoy seguro de que la cuarta será con palos y con piedras».

                                          (Albert Einstein)

Si la cita tiene un tamaño inferior a tres líneas puede ir en cursiva.

  • Cuando se emplee un término escrito como si fuera hablado o cuando la forma dialectal no deba escribirse igual a como se habla:
  • Se refirió a él con un «miarma» muy sevillano y muy castizo.  
  • Cuando se emplea un español incorrecto deliberadamente, bien sea por el uso de una jerga o por otros motivos:  
  • Este era un «esmayao» que no tenía donde caerse muerto.
  • Cuando se inserta parte de un diálogo en la narración lo suficientemente breve como para no merecer formar parte de un pasaje dialogado completo:
  • Le siguió diciendo «déjame en paz, asqueroso sureño».

Uso de las comillas inglesas según el contenido del texto

Es muy sencillo, cuando ya hayamos empleado las comillas españolas o latinas, debemos emplear las inglesas. A saber: 

  • Volvió sobre sus palabras para referirle que «no le gustaba que le amenazara con aquellas “estijeras” tan grandes».  
  • Le dijo que «verdes las habían “segao”». 

Como vemos, solo un poco de atención a los detalles y el texto gana en vistosidad en lo que se refiere al uso de las comillas, del que solo nos hemos referido en sus aspectos más novelísticos, dejando de lado otros usos.

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